Caro Roldán

Las tradiciones y creencias familiares, así como la sociedad en la que crecí, marcaron un concepto de lo que significa “la felicidad” que básicamente, consistía en seguir las reglas del juego de la vida ya preestablecidas, y que tendrían como resultado ser feliz.
Por esta razón, decidí estudiar ingeniería industrial, pensaba que era una carrera con la cual el éxito profesional estaba asegurado.
Cuando iba por la mitad de la carrera, pensé en cambiarme a estudiar algo radicalmente diferente, algo como bellas artes, dado que desde niña tuve gran inclinación por la pintura y el color. Pero en la sociedad en que crecí, especialmente en las creencias de mi familia, estudiar Bellas artes era una pérdida de tiempo. Obviamente, no tuve el apoyo de mis padres.
Ahora que lo miro con otra perspectiva, lo más interesante de esa experiencia, fue el miedo que me dio pensar que cambiarme de carrera, y convertirme en artista, no me permitiría convertirme en una mujer fuerte e independiente, características que creía indispensables para ser feliz. Me apropié de ese miedo, lo hice mío.
De ahí en adelante decidí ignorarme o mejor, desconocerme, y luchar por encajar en el patrón preestablecido por la sociedad para mujeres como yo.
Así que trabajé por muchos años como ingeniera, me especialicé en marketing, busqué ascender profesionalmente, ser reconocida, exitosa… A los 30 años ya ocupaba el cargo de Gerente nacional de mercadeo en una empresa multinacional, estaba casada, ganaba un muy buen salario, era una mujer hermosa e inteligente…. Tenía todas las cartas a mi favor, creía.

De un momento a otro todo se derrumbó. Lo perdí todo. ¿Has visto que cuando llega una crisis, se cae todo casi al mismo tiempo? Yo perdí un bebé, mi trabajo y mi matrimonio en menos de dos años. Todo lo que había planeado, de repente no resultaba como yo quería.
Decidí irme de mi país por un tiempo, estudiar en otro lugar, tomarme un tiempo sabático. Fue una de las mejores experiencias de mi vida y la disfruté intensamente. Pero en ese entonces, aún no comprendía que puedes huir de todo, menos de ti mismo.
No fue huyendo de mis fracasos como comenzaron a sanar las heridas. Pero sí fue gracias a ese viaje que inicié la búsqueda de mí misma, comencé a preguntarme quién soy y qué quiero para mí.
Unos años después regresé a mi ciudad de nacimiento, a comenzar de cero una vez más, con nuevas ideas e ilusiones, pero continuando en la búsqueda de mí misma.
Fue cuando empecé a reconectarme con mi espiritualidad, a buscar con cuales ideas resueno y con cuales no, que comprendí que puedo ser la persona que yo quiera ser, no la persona que se supone que debo ser. Aprendí a verme con otros ojos, a reconocer mis luces y mis sombras, y de esa forma comencé también a aceptarme y a amarme.

Porque sentirte bien y resaltar el poder de tu interior ¡Sí es posible!

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